Si vienes sin mucho tiempo, permíteme que te recomiende:
Ni tanto y Autobiografías Son los que más me gustan.
Además hay una pequeña serie que me entretiene bastante: Relatos del General
Por último, te invito a seguir el juego, si quieres como un comentario, si quieres en otro lugar: Despertares
Varias personas me han comentado que sus preferidos son:
Ultimas voluntades y Personajes Históricos V que, por cierto, a medida que me alejo de éste último me va gustando más.
Y si has llegado hasta aquí buscando nanorrelatos sólo porque el nombre del blog es NANORRELATOS, te dejo aquí algunos reunidos: Nanorrelatos

jueves, 28 de octubre de 2010

Mendisindicalismo

Sentado en la escalera de la iglesia. Exhibe su miseria, producto en venta. Ante él, su cajita de madera y varias bolsas. Dos campanadas lo sacan del amodorramiento, vino barato. Busca entre las bolsas un bocadillo. Cierra la caja. Se sienta a comer. Un par de escaleras más arriba, a metro y medio de donde estaba antes. De la iglesia sale un hombre. Ropa oscura. Piel blanca. Pasa junto al mendigo. La mano en el bolsillo, rebuscando. Estira el brazo, la mano porta un billete.
Lo siento, es mi hora libre.

martes, 26 de octubre de 2010

La otra batalla

En el campo de batalla, el aliento del general se convierte en odio:
- Fuego a discreción,- ordena.
Fuego a discreción.
El cielo se cubre de una lluvia de balas sin objetivo.
Lo veo como un monumento sobre el horizonte: Corto, tripón y mocho.
Un monumento entre la lluvia de balas perdidas.
Y pienso:
Sería conveniente que un hombre de bien mostrara el camino a esta lluvia de balas, sí, mostrara el camino a esta lluvia de balas perdidas, ahora que el general está sin paraguas.

domingo, 24 de octubre de 2010

jueves, 21 de octubre de 2010

La gata Tomasa

No amanece aún y el carnicero coloca su producto. Desde la ventana, mirándolo, el gato acecha. Ambos recibirán al día trabajando.

miércoles, 13 de octubre de 2010

13/10/2010

Los mineros salen de la prisión de roca en la que pasaron cada uno de los últimos seis millones de segundos temiendo, seguro, una condena a muerte. Avanzan hacia un único familiar que espera su liberación. Tras el primer abrazo comienza la entrada en otro hoyo más profundo y más oscuro. El presidente. Las cámaras. Los periodistas. Preguntas...

sábado, 9 de octubre de 2010

Ni tanto...

El veintrés de mayo de dos mil dos no dormí en Toconao. El resto de noches de mi vida tampoco, pero aquel día estaba allí.

viernes, 8 de octubre de 2010

Rabel y voz

El rabel, tumbado sobre el baúl, sin cuerdas, igual que el día que lo compramos, me sorprendió cuando se arrancó con la tonada más triste. Sacó de sí notas como ulceras.
(Sin pasar siquiera un minuto,) yo, tirado en el sofá, en mi mudez, igual que el día que te marchaste, lo sorprendí cuando lo acompañé con los versos más desolados. Rimé coplas enquistadas.

miércoles, 6 de octubre de 2010

domingo, 3 de octubre de 2010

Miguel de Mondaritz, gran empresario y terrateniente, pero también hombre de letras, filántropo y benefactor prohombre de esta comarca de Sierra de San Julián, falleció en su cama, después de recibir los Santos Sacramentos, de muerte natural, la mañana del treinta y uno de abril de mil novecientos veintitrés. Han pasado desde entonces, exactamente, ni un día más ni un día menos, diez años.
Yo, Dámaso Villagarcía, empleado contable a su servicio durante más de treinta años, sumador de sus múltiples rentas y beneficios y restador de sus no menos múltiples caridades, considerado, creo, por él como amigo, pese a que nunca lo demostrara debido a nuestras diferencias de origen y condición, escribo esta nota sobrecogido por el suceso acaecido y hoy descubierto, que tiene su origen en día indeterminado entre éste y el de su fallecimiento. Remóntome a aquel treinta y uno de abril de mil novecientos veintitrés, un día gris, ventoso y con lluvia, al menos en mi recuerdo, más otoñal que propio de la primavera que recientemente había comenzado. Don Miguel guardaba cama desde hacía semanas y varios amigos y sirvientes no nos alejábamos desde entonces de la habitación, puesto que don Domingo Beltrán, a la sazón médico del señor Mondartiz, nos había informado de que no superaría el trance y que la única solución posible era su reunión con Nuestro Señor. Mi reloj, detalle que el señor quiso tener conmigo al cumplir quince años a su servicio, no marcaba aún el mediodía cuando el doctor nos hizo abandonar la habitación para que el padre Vicente Medina tomara una última confesión y le ungiera los aceites. Cuando el sacerdote abandonó la habitación, don Miguel había muerto. Recuerdo sus palabras falsamente afectadas: Ningún alma queda dentro. Buen viaje, don Miguel, fue la respuesta absurda de no recuerdo quién.