Si vienes sin mucho tiempo, permíteme que te recomiende:
Ni tanto y Autobiografías Son los que más me gustan.
Además hay una pequeña serie que me entretiene bastante: Relatos del General
Por último, te invito a seguir el juego, si quieres como un comentario, si quieres en otro lugar: Despertares
Varias personas me han comentado que sus preferidos son:
Ultimas voluntades y Personajes Históricos V que, por cierto, a medida que me alejo de éste último me va gustando más.
Y si has llegado hasta aquí buscando nanorrelatos sólo porque el nombre del blog es NANORRELATOS, te dejo aquí algunos reunidos: Nanorrelatos

viernes, 23 de diciembre de 2011

viernes, 16 de diciembre de 2011

La lluvia y la calma.

Lo vio de lejos con ese caminar extraño, arrastrando los pies medio hundidos en la tierra húmeda. Al pasar a su lado no pudo evitar decirle:
Abuelo, levante los pies, despéguelos del suelo y caminará más ligero, con menos esfuerzo.
Hijo, camina tú así. Es lógico en un joven querer avanzar rápido. Yo ya sé a donde voy y prefiero hacerlo despacio, - contestó.
Sintiendo el suelo. Palpando. Oliendo, - añadió.
Y dejando huella.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Revisión del mito de Ícaro II


Todo comenzó con un grito al que se sumaron miles, cientos de miles, quizá millones de gritos. Fuimos pocos los que salvamos la vida. La culpa no fue de ellos, es intrínseco en un joven querer contemplar horizontes cada vez más lejanos. Por eso todos aquellos Ícaros ascendieron y ascendieron, cada vez más cercanos al sol, hasta que la cera que les habían proporcionado para fabricar las alas comenzó a deshacerse. Sabíamos que ocurriría, pero nadie les avisó de ello. 
Millones de Ícaros cayeron simultáneamente. Parecía que el cielo se desplomara. Y aquel grito, resultado de aunar millones de gritos... 
Todos perecieron y, bajo ellos, los Dédalos que no hallaron donde protegerse. Mecidas por el viento, sobre el amasijo de carne informe en que tornaron los cuerpos, caían lentamente las plumas desprendidas, como si de una vivificación del Tártaro se tratara.
Como digo, sólo unos pocos salvamos la vida. Aquellos que acostumbramos, sabiamente,  a habitar en los umbrales.  

martes, 6 de diciembre de 2011

La caída.

Encontramos al anciano en la punta más oriental de la isla de Tricania. Por su actitud pensaría que busca en el mar, pero sé que el sol cegó su vista tiempo atrás. Me apena contemplar su pelo desmadejado, la túnica harapienta, el aspecto depauperado del que no hace mucho tiempo fue el arquitecto más celebrado en toda Grecia. 
- Maestro, - le digo, - maestro.
No responde.
- Maestro, - insisto.
- No hay caso, - asegura mi acompañante.- Lleva años aquí, esperando que las mareas arrastren el cadáver de su hijo. Aquí duerme. Se alimenta de lo que le traen las almas caritativas, pero pasa días sin comer si nadie viene. No insista, créame. Tiempo atrás Ícaro murió en su caída al mar. El gran Dédalo aún sigue cayendo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Dos caminos paralelos.

Al principio, durante el desayuno, rozaba mi cara con su mano.
Me acariciaba. Nos acariciábamos.
Con el tiempo, pasó del contacto a las miradas.
Me miraba. Nos mirábamos.
Más tarde comenzó a contarme cotidianidades.
Me hablaba. Nos hablábamos.
Hace un año, mientras preparaba el café, encendió la radio.
La escuchaba. La escuchábamos.
El mes pasado cambió radio por televisión.
La miraba. La mirábamos.
Hoy, al despertar, encontré cambiada la distribución de los muebles.
Nuestras sillas tan cerca de la pantalla.
La tocó. La tocamos.